Aunque se trate de uno de los servicios más rápidos y sencillos que se realizan en una clínica, las limpiezas bucales siguen un procedimiento estandarizado.
Con un instrumento de ultrasonidos se elimina la placa de la superficie de los dientes, especialmente en la parte que está justo debajo de la línea de la encía. La acumulación de bacterias en esa zona es una de las principales causas de enfermedad periodontal. A continuación, elimina los depósitos de sarro que están ligeramente debajo de las encías, o subgingivales.
Cuando ha terminado de eliminar el sarro, el dentista o higienista en algunas ocasiones usa un chorro de agua a presión con bicarbonato especial para eliminar las manchas en la superficie de los dientes.
También, en ocasiones, el dentista completará la limpieza con hilo dental. A continuación pulirá los dientes con una pasta dentífrica especial. Si las tenemos muy hinchadas, también aplicará un gel antiinflamatorio para las encías, y finalizará todo el proceso aplicando una fluorización.
Todos los dentistas recomiendan hacerse dos limpiezas bucales al año, y aunque todos seamos capaces de entender los beneficios de una boca limpia y sana, lo cierto es que muchos solo pedimos cita para hacernos estas limpiezas muy de cuando en cuando.
Aunque su nombre pueda despistarnos, en realidad, la principal función de una limpieza bucal es prevenir enfermedades: por eso a veces también se le llama profilaxis dental. Además de eliminar las manchas y la placa de nuestra boca, las limpiezas bucales eliminan el sarro que se acumula en la línea de la encía o el cuello de los dientes.
El sarro son colonias de bacterias que han sido cubiertas por minerales, por lo que se ha endurecido y adherido con fuerza al diente. Las acumulaciones de sarro pueden formarse con mucha rapidez, y una vez lo han hecho, no desaparecen con el cepillado diario: solo pueden eliminarse mediante una limpieza bucal.